El destino es el pico del Remedio en Chelva. Cuatro estaciones nos separan del final de trayecto.
Ajustamos arneses, calzamos gatos, casco y un doble ocho a cada extremo de la cuerda. El jefe de estación nos da el visto bueno. Un potente silbido nos indica que podemos comenzar el viaje.
El primer tramo es un trazado un poco sinuoso, hay que prestar atención en algún tramo si no queremos descarrilar.
Llegamos a la primera parada, cambiamos el volante de la locomotora y me dispongo a quemar carbón.
A diferencia del trazado anterior, este presenta una verticalidad total, un trazado completamente rectilíneo ideal para nuestra locomotora. Algún balasto un poco suelto, pero nada que haga que el avance no sea estético y placentero.
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Aminoramos la marcha para entrar en la segunda estación. Anden colgado, relativamente cómodo
pero con una inevitable compresión en el estomago del arnes que en condiciones normales no supondría ningún inconveniente, pero no adelantemos datos del viaje.
Volvemos a cambiar de piloto. Roberto echa el doble de carbón para superar el tramo de vía más peliagudo del viaje. Mientras desde el anden se me va nublando la vista.
- ¿Rober, estas cómodo?
- Si, ¿por qué lo dices?
- Pon el piloto automático que necesito abrir un momento la ventanilla.
No entraré en detalles y omitiremos las grabaciones de las cámaras de seguridad. Digamos... que asome la cabeza por la ventana para tomar un poco el aire.
- ¿Estas bien?.
- Si, tranquilo. Es este puto arnés, que de estar tanto tiempo en la reunión me apretaba mucho la barriga.
- Si claro, por eso huele a whisky.
- Puedes seguir
- ¿Seguro?
- Si, tranquilo ya estoy bien.
Con el lastre soltado, el tren avanza con más soltura y el viaje se vuelve más dinámico.
Incluso ante la facilidad del trazado nos permitimos saltarnos alguna parada.
Este viaje llega a su fin, hora de recoger el equipaje.
Ahora si, el altavoz nos indica: "ha llegado usted a su destino, esperamos que haya disfrutado del viaje"
Con el equipaje recogido, es momento de disfrutar del paisaje que nos ofrece el final de trayecto, de comentar las anécdotas del viaje.
Viajar implica sacrificar cierta comodidad, renunciar a las comodidades del hogar. Pero hay viajes a los que es inevitable renunciar. Viajes que se miden en largos y no en kilometros. Viajes inútiles en los que el destino carece de importancia, prima el trayecto y los compañeros de viaje.
Siempre seremos eternos viajeros.
Para una info detallada de la vía consultar la piada de Robert.
Artista!!!
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